Las investigaciones han demostrado que no hay mayor adicción que la adicción a la propia opinión.

Independientemente si se trata de una opinión sobre uno mismo, sobre los demás o sobre cualquier otra cosa, para muchas personas la medida de todas las cosas es y sigue siendo el YO. Qué pienso; cuál es mi experiencia; cómo veo algo, etc.

Teniendo esto en cuenta, ¿qué sentido tiene hablar con los demás? Los sabios védicos han reconocido desde hace mucho tiempo que se debe distinguir entre diferentes formas de diálogo y, en consecuencia, se debe abstener de algunos tipos de intercambio de opiniones.

La peor forma de intercambio de opiniones se llama vitanda en sánscrito. Básicamente, esta forma de conversación tiene como objetivo refutar al interlocutor. Se puede utilizar cualquier medio, como falso testimonio, soborno, amenazas, difusión y multiplicación de las propias palabras, etc. Esta forma de «diálogo» está muy extendida hoy en día en la política, pero también en la vida cotidiana y en las redes sociales, donde la gente a veces debate sobre cosas de las que no tiene  ni idea, pero que aun así, quiere tener la razón.

Cada uno tiene sus propios prejuicios, ya sea que se trate de asuntos triviales o de vital importancia, y la conversación trata de demostrar que la otra persona no tiene razón. La conversación no sirve en modo alguno para establecer la verdad ni para alcanzar un compromiso útil.

Otra forma de conversación se llama jalpa. Aunque se supone que conocer la verdad o encontrar una conclusión funcional es el objetivo de esta forma de conversación, la persona está dispuesta a aceptar sólo argumentos, evidencias, fuentes e interpretaciones que respalden su punto de vista. Por ejemplo, uno puede considerar la opinión de una ciencia particular, Libros Sagrados, autoridad o cualquier fuente, pero sólo aquellos que sean consistentes con la opinión propia. Todas las demás fuentes están marcadas como no confiables o no basadas en evidencia. Esta forma de diálogo sólo tiene la apariencia de un intercambio de ideas, pero está lejos de serlo.

El intercambio honesto, o vada, sólo es posible cuando uno está dispuesto a comprender primero el punto de vista del otro. Sólo entonces, sobre la base de fuentes y métodos mutuamente reconocidos para derivar ideas, el propio punto de vista puede presentarse como opuesto, complementario o inclusivo-superior.

Evidentemente, sólo pueden hablar entre sí las personas que quieren satisfacer las mismas necesidades a través del diálogo. Las personas que tienen necesidad de discutir necesitan interlocutores con esas mismas necesidades. Quienes quieran demostrar la superioridad de sus opiniones necesitan las mismas. Por lo tanto, sólo esas personas pueden ser interlocutores de las personas que necesitan saber la verdad. La «verdad» como tal es el objetivo o el pretexto de todas las discusiones.