Debemos entender que la guerra es el resultado de diferentes visiones del mundo, diferentes pensamientos y deseos, así como constelaciones y acciones que surgen de ellos, y que todo esto ha sido elaborado durante un largo período de tiempo. Como tal, la guerra es inevitable. Cosecharás lo que sembraste. No se puede sembrar trigo y cosechar maíz.

Un pacifismo que rechaza completamente la guerra sin interesarse por conocer sus causas profundas y que no trabaja para eliminarlas, es tan hipócrita como una política que vive de la guerra, pero supuestamente no la quiere.

Las explicaciones reduccionistas que ven las causas de la guerra en la decisión de una persona, grupo o nación de representar sus intereses, no ayudan a comprender el nivel metafísico y, por tanto, tampoco las causas reales de la guerra.

Cualquiera que realmente quiera la paz debe reexaminar la visión del mundo en la que vive. Esto significa que debe estar dispuesto a asumir la responsabilidad absteniéndose de todas las acciones, palabras y pensamientos que promuevan la guerra.

La vida parece mucho más placentera cuando puedes señalar con el dedo alguien a quien culpar. Pero ¿quién está dispuesto a buscar en sí mismo las causas de la infelicidad? ¿Qué tienen que ver mis pensamientos, palabras y acciones con una guerra que está ocurriendo a miles de kilómetros de mi casa? Esto entra en el ámbito de la metafísica, ámbito en el que no todo el mundo puede arreglárselas. Por ejemplo, León Tolstoi comprendió con perspicacia conexiones más profundas: «Mientras haya mataderos, habrá campos de batalla». Otras voces nos advierten que los abortos masivos realizados en clínicas de todo el mundo tendrán un impacto devastador para la humanidad en su conjunto. Además, ya hemos sido advertidos desde muchas direcciones sobre los efectos de la mentira, la avaricia, la lujuria, la envidia, etc.

Básicamente, todos estamos constantemente en guerra, porque estos enemigos del alma nunca descansan. Las guerras descritas en los medios de comunicación no son más que una manifestación visible de las pequeñas batallas que libramos todos los días sin éxito. Nuestras batallas perdidas no siempre tienen que manifestarse en tiroteos. También pueden adoptar la forma de ansiedad, oleadas de depresión y las llamadas enfermedades de civilización que se propagan en la sociedad.

También se pueden ver en la pérdida de respeto de los jóvenes hacia los mayores, de los niños hacia sus padres, de las mujeres hacia sus maridos y viceversa, y en muchas otras anomalías de hoy. La ignorancia acerca de Dios y del alma es la causa principal de muerte en el mundo, y una muerte «peor» que es la muerte espiritual. Quien ve al otro como un alma, creación de Dios, y no como un objeto hacia el cual se dirige su odio, su ira o cualquier sentimiento negativo, realmente ha logrado encontrar la paz.

Por mucho que la guerra sea inevitable, la paz es posible. Y para encontrar la paz, necesitamos esa gran verdad acerca de Dios como fuente de todo y de todos. Por eso Krishna dice en el Bhagavad Gita:

«Después de muchos nacimientos y muertes, aquel que verdaderamente tiene conocimiento, se entrega a Mí, sabiendo que Yo soy la causa de todas las causas y de todo lo que existe».
“Un alma tan grande es muy rara.»